Friday, October 19, 2007

Una lectura sobre el idioma español...

EL ESPAÑOL LUCHA POR SOBREVIVIR
CUANDO LAS PALABRAS QUE SE DOMINAN SON ESCASAS, SE EMPOBRECE EL HABLA. SI EN LATINOAMÉRICA TENEMOS UN EJÉRCITO DE POBRES QUE NO TIENE ACCESO A LA EDUCACIÓN, EL HABLA EN GENERAL TAMBIÉN SERÁ POBRE. ¿PODRÁ SOBREVIVIR?
Cada mes que transcurre, aunque parezca mentira, mueren dos idiomas. El español, hablado por cientos de millones de personas, sufre los embates del inglés, la globalización y el empobrecimiento del lenguaje. ¿Podrá sobrevivir?
Al finalizar el siglo XXI se habrán extinguido la mitad de las seis mil 700 lenguas vivas que existen actualmente en el mundo, según un inquietante pronóstico formulado en el 2002 por Stephen A. Wurmo en un estudio encargado por la UNESCO.
Parece difícil imaginar que ese triste destino pueda acechar al español, un idioma que permite a 400 millones de personas atravesar 23 países sobre una superficie de 11 millones de kilómetros cuadrados sin cambiar de lengua.
Pero nadie ignora que, a pesar de su homogeneidad, ese código de comunicación vive bajo la persistente amenaza de la diversidad, las nuevas tecnologías de la información, el empobrecimiento cultural y la competencia del inglés.
La lucha por la supervivencia es un fenómeno natural de la historia. Cuando los conquistadores impusieron su lengua en América, provocaron la extinción de 110 grupos idiomáticos y dialectos sólo en México, y otro centenar de lenguas en el resto del continente.

LA CORTESÍA MEXICANA
En México persisten giros verbales de uso corriente que suelen asombrar a los turistas, como el célebre “mande usted”. En el pasado colonial, esa fórmula coloquial solía expresar sumisión, pero -con el tiempo-, pasaron a formar parte de la cortesía y la “tradicional amabilidad” que caracteriza el habla de los mexicanos, según la interpretación de algunos expertos.
“Los términos de ‘mande usted’, ‘a sus órdenes’ y ‘ésta es su casa’ -entre otros- ya no expresan complejos de inferioridad ni sumisión alguna; han quedado como parte de nuestra tradicional cortesía, y como está el mundo, se agradece”, aseguró José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua.
La emigración a Estados Unidos, las modas y el uso de palabras foráneas asociadas a la tecnología son factores que afectan al idioma español en un país como México, donde comercios, instituciones financieras y generaciones jóvenes incorporan vocablos del inglés.
“Si bien la pluralidad enriquece al idioma, denominar algo preferentemente con una palabra en inglés -en vez de hacerlo con un término español- ha ido empobreciendo nuestra lengua”, opina el escritor mexicano Homero Aridjis.
En todas las ciudades mexicanas es común observar anuncios publicitarios totalmente en inglés, en tanto se han generalizado marcas y nombres de comercios como “Seven-Eleven”, “JC Penney”, “Sears”, “Bausch and Lomb” o “Fruit of the Loom”, entre otros.
Esta situación ha hecho que “el repertorio del léxico, sobre todo entre los jóvenes, sea muy pobre. Cuando las palabras que se dominan son escasas, se empobrece el habla”, dijo José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua.
Mientras el diccionario de la lengua española tiene alrededor de cien mil vocablos, un mexicano común que sólo haya estudiado hasta el nivel básico alcanza a manejar alrededor de dos mil palabras, según cálculos de la Academia Mexicana de la Lengua.

EN CONTRASTE...
Tierra del célebre escritor Gabriel García Márquez y de una vasta diversidad cultural, Colombia adquirió desde hace más de un siglo la honrosa fama de ser el país de América Latina donde mejor se habla el castellano.
Aunque su reputación la deba sobre todo a la pasión por la gramática de sus intelectuales y políticos, no cabe duda que aquí el castellano tiene una riqueza especial por la creatividad de su gente y la variedad de sus regiones.
Algunos especialistas plantean que esa fama, que puede llegar a aguijonear el orgullo de otros pueblos latinoamericanos, le viene a Colombia más bien por acento neutro usado por los habitantes de Bogotá, no así en el resto del país, plagado de hablas regionales.
Además, por la calidad y fuerza de muchos de sus escritores, sin ir más lejos García Márquez, Premio Nóbel de Literatura 1982 y considerado uno de los mejores de la lengua castellana.
Pero el prestigio del buen hablar colombiano parece tornarse ironía con sólo oír a algunos locutores de radio o presentadores de televisión -principalmente relatores de fútbol- que se ensañan con el idioma, como cuando dicen “privilegioso” en lugar de privilegiado, o abusan del pomposo “supremamente”.
“El idioma español es otra de las especies en extinción. Estamos acabando con él: ¡Lo maltratamos tanto! Nadie le para bolas (presta atención) y personas como yo, que se dedican a defender el idioma, terminamos siendo unos quijotes”, lamentó el lingüista colombiano Armando Gamboa, autor del libro “Así debemos hablar”.

PALABRAS “VERRACAS”
Aunque los puristas del idioma revientan de ira con los modismos, hay en Colombia términos y expresiones producto del ingenio popular que bien pueden ser considerados genialidades de la lengua surgidas de la vida cotidiana.
Quizá el más emblemático es el término “verraco”, cuyo significado original es “cerdo reproductor”, pero que en Colombia se usa para calificar a alguien corajudo y hábil, o a una situación de muy difícil.
En el zoológico del vocabulario colombiano también destaca “lagarto”, aplicado a un tipo oportunista y que pontifica sobre todo.
Ni qué decir de la creación ingeniosa de verbos con todas sus espontáneas conjugaciones y derivaciones como “camellar” que significa trabajar y viene de “camello” (trabajo); “gallinacear” que traducido en colombiano quiere decir coquetear y procede de “gallinazo” (mujeriego); “patrasiar” (retroceder); y “tropeliar”, “braviar” o “frentear” para señalar desafío o valentía; “polvo”, que es bueno en la cama; “sapo”, por chismoso; .
Lo caprichoso de las líneas fronterizas queda en evidencia en cuanto al habla se refiere. Los “paisas” del noroeste de Colombia tienen un “cantadito” muy particular y usan el voceo, y -si por el habla se sacara la nacionalidad- en La Guajira y en los llanos orientales sus habitantes se confunden con venezolanos. Mientras, los “pastusos” (del departamento de Nariño) se confunden con ecuatorianos y los costeños -que cambian la “s” por la “j”- con panameños o dominicanos.

EL IDIOMA DE LA VIOLENCIA
“Lo que me da chispa es que me hayan encanado por cascar esa cosa. Yo le tenía montada la cacería hacía días. A los que faltonean a la gente del barrio, me lambo por pelarlos”. De esta forma, Mario, un sicario de 20 años oriundo de la ciudad de Medellín, narra su primer asesinato.
Para entender mejor a Mario es necesario saber que “chispa” es rabia, “cascar” es balacear o asesinar, “encanar” es encarcelar, “faltonear” es incumplir o ser desleal, “lambarse” es desear mucho algo y “pelar” es asesinar.
Su relato -recogido en el libro “No nacimos pa’semilla”, del investigador y escritor colombiano Alonso Salazar- es fiel reflejo de cómo la violencia creó su propio idioma, además de marcar la historia del país en más de cuatro décadas de conflicto armado.
Con el narcotráfico, que multiplicó en Colombia la corrupción y la violencia, emergió una jerga -denominada el “parlache”- que se popularizó sobre todo entre los jóvenes de diversos estratos, principalmente en las comunas de Medellín.
En ese lenguaje, al verbo matar se le dice “quebrar”. De Colombia salen los vocablos “sicariato”; la “vacuna” es el cobro de un “impuesto” o extorsión; los “narcoterroristas” son los grupos armados que se financian de la droga, y los “narcocultivos” los sembradíos ilícitos.
De la imaginación perversa de quienes preparan artefactos explosivos, en una muestra más de la degradación del conflicto armado colombiano, surgen palabras compuestas como cadáver-bomba, cilindro-bomba, burro-bomba, caballo-bomba, carta-bomba, collar-bomba y hasta calzoncillo-bomba.

DETERIORO EN CUBA
Una popular guaracha de los años 80 firmada por Pedro Luis Ferrer llamó la atención en forma jocosa sobre el deterioro del idioma español en Cuba, problema que en los ‘90 pasó a ser una preocupación, pero que en el nuevo siglo ya es motivo de alarma, al menos para los especialistas.
“El lenguaje en Cuba se ha vulgarizado de una manera atroz y esa es una pérdida que me parece más grave que los problemas de pronunciación o de otro tipo”, advirtió la lingüista cubana Luisa Campuzano, ganadora del premio nacional de la Latinidad-2003.
Esta vulgarización “es un empobrecimiento tremendo del léxico, rebajarlo de una manera soez, vergonzosa en muchos casos”, que se ha instaurado “dentro de la lengua coloquial y dentro de la lengua que se habla en los espacios públicos”, añadió la especialista.
Varios son los orígenes de esos términos que se instalaron en el habla popular: letras de canciones generalmente de música bailable, anglicismos, la jerga del béisbol y derivaciones de cultos religiosos, entre otros.
No es extraño que un joven de La Habana pida a otro una oportunidad de la siguiente forma: “brother, dame un break”, o se denomine como “bisnero” a quien hace negocios, un derivado de la palabra inglesa “bussines”.
Las tortas o pasteles de boda o cumpleaños son conocidas como “quei”, onomatopeya derivada del término inglés “cake”.
La influencia del béisbol también es notoria. Cuando un cubano llega a una situación límite, en la cual debe tomar una decisión, se dice que está “en tres y dos” (tres bolas y dos strikes), si es sorprendido se afirma que “me sacaron out en primera” y si logró algo muy significativo señala que “la botó de jonrón (home round)”.

EL IDIOMA ARGENTINO
El idioma coloquial de los argentinos sumó tantos términos que a cualquier otro hispanohablante le costaría entender un diálogo corriente en alguna cafetería de Buenos Aires.
Antes se nutría de los arrabales y de la jerga de los “compadritos” -el lunfardo porteño- que fueron adoptados para letras de tangos. Ahora aparecen en letras de rock o de cumbia villera, una adaptación local de la música caribeña de gran difusión en los barrios pobres o periféricos.
Algunos de esos términos, como “trucho” (falso), fueron adoptados masivamente y hasta utilizados en forma cotidiana por la prensa, tal vez por su expresividad.
En el Río de la Plata es común “chamuyar al vesre”, “rajar de la cana”, “ir a apoliyar al bulín” “o apuntarse una mina”: es la herencia que dejó el lunfardo en Buenos Aires y Montevideo, ciudades portuarias en donde nació en la segunda mitad del siglo XIX con la llegada de inmigrantes europeos.

EL FUTURO
Una de las graves amenazas que acechan al idioma es el empobrecimiento del lenguaje, resultado de una educación deficiente.
En los territorios de habla hispana, por lo menos un cuarto de la población es técnicamente analfabeta y otro 25 por ciento es analfabeta funcional. Eso significa que no comprende siquiera un texto breve que habla de un tema habitual de su vida cotidiana.
“La falta de respeto por el patrimonio común que constituye el idioma español provoca que en España -su cuna- las señales de tráfico contengan notables faltas de ortografía: ‘autovia’ sin acento; ‘desvio’ sin acento; ‘Alcala’ sin acento-- o que al ‘alto’ o al ‘pare' que se emplean en Latinoamérica les sustituya la palabra stop”, documenta Alex Grijelmo.
El gran reto del idioma español en Latinoamérica es “lograr que las personas accedan a la educación y con posterioridad fomentar en ellas el hábito de la lectura”, coincidieron especialistas.
América Latina registra un total de 40 millones de analfabetas como principal problema educativo, a los que se añaden las personas con problemas para dominar el idioma. La cifra de semi-analfabetos, en consecuencia, supera los cien millones de latinoamericanos, es decir un cuarto de la población regional, según un reciente estudio dado a conocer en México por la Confederación de Educadores Americanos.
“Si en Latinoamérica tenemos un ejército de pobres que no tiene acceso a la educación, que en muchos casos son analfabetas o analfabetas funcionales, el habla en general también será pobre”, concluyó Moreno de Alba.

1 comment:

jose florez said...

muy buen documento gracias

jose